Una Semana Santa de recuperación
Se ve que Alonso, al ser tan pequeño, todavía no se sabe controlar en estas fiestas y se bebió el solito todo el cocktail vírico. (Bueno, todo no, que después me han dicho que otros compañeros también estaban igual).
Así, el miercoles 8 fue al pediatra con un catarrazo de los que hacen época acompañado con unas diarreas también bastante potentes. (Al menos no tenía fiebre).
En vista de su estado el miércoles ya no fue a la guardería, por lo que los abuelos maternos por la mañana y los paternos por la tarde hicieron de niñera improvisada.
Por la tarde fui a recoger al pequeño a casa de mis padres. Después de toda la tarde imaginandome desgracias apocalípticas y accidentes domésticos inimaginables, me olvidé de todo eso nada más ver a Alonso riendose al verme llegar. Segundos después se me volvió a helar la sangre por un momento cuando mi madre me dijo:
"No sé si le habré puesto bien el pañal. A lo mejor se lo puse al revés, pero es que estos pañales modernos no hay quien los entienda".
Por un momento me imaginé el pañal con los personajes de Barrio Sesamo empapados en pis y la parte absorbente hacia fuera. Pero no, tan solo tenía dudas sobre si lo habría apretado mucho o no.
El primer festivo de Semana Santa, el jueves, lejos de mejorar empeoró bastante. Los mocos eran casi insoportables y la diarrea había aumentado bastante. Estaba convencido de que el viernes por la mañana estaríamos en urgencias, pero no. El jueves por la tarde empezaron a remitir las toses, el aire empezó a entrar con más facilidad y nos dimos cuenta de que la diarrea no había hecho aparición desde última hora de la mañana.
Un par de días después, y aunque el tratamiento acababa de empezar, ya estaba perfectamente.
Ayer por la mañana, se quedó en casa con Sandra que se tomó la mañana libre para estar con él (¡Que suerte!). Y por la tarde ha ido a la guardería de nuevo: a ver a sus compañeros.
Durante estos días he disfrutado un montón de Alonso. Nos hemos reído todo lo que hemos querido y más y hemos aprendido a jugar a muchas cosas nuevas. Hemos salido y ha conocido a gente que nunca había visto. Ha venido su tia-abuela de Miami a conocerlo. Pero sobre todo a madurado un montón. Noto que cada vez se convierte más en bebé-niño y deja de ser ese bebé-recién-nacido.
Tiene un sentido del humor envidiable. Incluso en el peor de los momentos ha encontrado ganas para sonreir e intentar divertirse. En esta foto está jugando con el abuelo (mi padre) el martes pasado. A la mañana siguiente, a primera hora, estaba en el pediatra, por lo que os podeís imaginar que ya no estaba muy bien. Pero ahí está, riendose y jugando con el abuelo. Por eso, cuando tiene flemas y llora o cuano algo le pasa y se queja, a mi me preocupa mucho, pues se que no lo hace si no le molesta de verdad.
El próximo jueves tiene que volver al pediatra para que vea si se ha recuperado del todo. Por esas cosas propias de la sanidad pública, supongo que cuando vuelva le atenderá su pediatra habitual. Por lo tanto ya me sé yo el diagnostico:
"¡Suspendan el medicamento! El catarro es normal y no es para tanto. Si empeora me lo traen."Lo de siempre. Si algo hay que reconocerle a este señor es que está libre de toda sospecha de recibir favores de casas farmaceuticas por recetar su producto.
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